El Protocolo de Kioto es un acuerdo internacional que compromete a los países industrializados a cumplir metas específicas para reducir antes del año 2012 sus emisiones de gases a unos niveles globales un 5% más bajos que los niveles de 1990. Hoy sabemos que esas metas son insuficientes para resolver el problema en el que nos encontramos. También sabemos que la mayoría de los países no cumplirán sus compromisos.
El Protocolo de Kyoto ha sido firmado y ratificado por 165 naciones, pero Estados Unidos y Australia, dos de los principales países industrializados, se mantienen empecinados en rechazar el acuerdo. Por sí solo, Estados Unidos es responsable de cerca de 23 % de las emisiones globales de CO2, principal gas invernadero. Por eso, para lograr que Washington lo aceptara se introdujeron muchas reformas polémicas en el texto, pero no fue suficiente. El tratado quedó marcado por algunos mecanismos que incluso amenazan con impedir que se alcancen sus objetivos.
Cuando el protocolo fue firmado las partes sabían que las metas no eran demasiado ambiciosas. Pero desde entonces las malas noticias se han multiplicado: el aumento previsto en la temperatura promedio global en el próximo siglo será mayor a lo proyectado hace apenas unos años.
Los países que lo han ratificado deberán disminuir sus emisiones según se sigue:
• Los quince estados de la Comunidad Europea más Bulgaria, República Checa, Estonia, Letonia, Liechtenstein, Lituania, Mónaco, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia y Suiza, deberán reducir sus emisiones en un 8%.
• Los Estados Unidos, aun no habiendo ratificado el Protocolo de Kyoto se comprometen a intentar reducir sus emisiones en un 7%.
• Canadá, Hungría, Japón y Polonia en un 6%.
Países como Rusía, Ucrania y Nueva Zelanda se encuentran equilibrados en sus emisiones de CO2, y otros países como Noruega, Australia e Islandia, poseen incluso un margen de entre el 1 y el 10% para aumentar sus emisiones.
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